Por: Giovanni Cegarra.
Interesante pregunta que me hace una gentil dama, que le encanta ir a una que otra corrida de toros, como espectadora, a pasar el rato, liberarse del stress, ver al "simpático torero"; y pensando como quien no quiere la cosa, preguntó ¿qué tan taurinos somos?
¿Taurinos? ¿En verdad lo somos todos?
Me atrevo a categorizarlos y perdonen algunos si acaso los ofendo.
Existen los taurinos que van a una corrida de toros, a presenciarla como verdaderos aficionados, a analizarla, ver el toreo en su esencia, esos que sienten muy por dentro lo taurino, los de solera.
Los taurinos de figurón, esos que llegan a una Plaza de Toros y están pendientes de que algún fotógrafo les tome una gráfica con algún matador de toros o personaje taurino, que un periodista o comentarista les entreviste para decir cualquier cosa, esos que saludan a los tendidos a medio mundo sin que nadie esté pendiente de ellos.
Los espectadores, esos que acuden a una Plaza a dárselas de muchachones riburosos, tal cual "Rodolfos Valentinos", beben y besuquean a medio mundo, molestan al aficionado y generalmente, como no les importa los toros, son los clásicos "camorreros" que generan las trifulcas que terminan en batalla campales y no falta una que otra dama que en medio del efecto del licor, expone su cuerpo a la luz pública y se convierte en otro espectáculo dentro de la corrida de toros.
Por supuesto que están los aficionados taurinos de radio que observan detenidamente la corrida de toros y si pueden escuchar una transmisión radial del espectáculo, en las Plazas de Toros donde las transmiten siguen con detenimiento lo que acontece en el espectáculo, van aprendiendo del comentarista o narrador, claro siempre y cuando sea una voz imparcial, objetiva y educativa.
Tenemos los taurinos aduladores, esos que viven de la jaladera de mecate, esos que le dicen a los toreros, a los empresarios, a los ganaderos, a las Comisiones Taurinas, que todo ha sido bonito e incautos caen, creyendo en estos personajes que abundan como arroz picado en todo el universo taurino y hacen daño a la Fiesta como tal.
Hay los llamados "consagrados" taurinos, los elitescos, los que se vanaglorian ellos mismos, que hablan mucho cuando van a una corrida, todo lo ven mal, van a reuniones o tertulias taurinas, como buenos arroceros, a despotricar de medio mundo, a criticar lo bueno, lo malo y lo feo, a decir que ellos son los mejores y nada aportan a lo taurino y cuando por allá lo hacen es para su propio beneficio, y se dejan ver sí y sólo si se enteran que podrán disfrutar de un buen escocés o trago gratis.
Bueno, creo no terminaría nunca de categorizar a los taurinos pero en honor a la verdad, la dama que me hace la pregunta, dio en el clavo y de un solo porrazo ¿qué tan taurinos somos?
Indudablemente que vendrán infinidad de respuestas y una se convierte en pregunta, ¿realmente lo somos?
Necesariamente debemos enseñar lo taurino, debemos hablar con sinceridad de lo taurino, debemos fomentar la Fiesta Brava enseñándola, educando y orientando al aficionado, convirtiendo al espectador en aficionado y al aficionado en un gran aficionado, así asentamos, fomentamos con firmeza, coraje e integridad la Fiesta del Toro.
Interesante pregunta que me hace una gentil dama, que le encanta ir a una que otra corrida de toros, como espectadora, a pasar el rato, liberarse del stress, ver al "simpático torero"; y pensando como quien no quiere la cosa, preguntó ¿qué tan taurinos somos?
¿Taurinos? ¿En verdad lo somos todos?
Me atrevo a categorizarlos y perdonen algunos si acaso los ofendo.
Existen los taurinos que van a una corrida de toros, a presenciarla como verdaderos aficionados, a analizarla, ver el toreo en su esencia, esos que sienten muy por dentro lo taurino, los de solera.
Los taurinos de figurón, esos que llegan a una Plaza de Toros y están pendientes de que algún fotógrafo les tome una gráfica con algún matador de toros o personaje taurino, que un periodista o comentarista les entreviste para decir cualquier cosa, esos que saludan a los tendidos a medio mundo sin que nadie esté pendiente de ellos.
Los espectadores, esos que acuden a una Plaza a dárselas de muchachones riburosos, tal cual "Rodolfos Valentinos", beben y besuquean a medio mundo, molestan al aficionado y generalmente, como no les importa los toros, son los clásicos "camorreros" que generan las trifulcas que terminan en batalla campales y no falta una que otra dama que en medio del efecto del licor, expone su cuerpo a la luz pública y se convierte en otro espectáculo dentro de la corrida de toros.
Por supuesto que están los aficionados taurinos de radio que observan detenidamente la corrida de toros y si pueden escuchar una transmisión radial del espectáculo, en las Plazas de Toros donde las transmiten siguen con detenimiento lo que acontece en el espectáculo, van aprendiendo del comentarista o narrador, claro siempre y cuando sea una voz imparcial, objetiva y educativa.
Tenemos los taurinos aduladores, esos que viven de la jaladera de mecate, esos que le dicen a los toreros, a los empresarios, a los ganaderos, a las Comisiones Taurinas, que todo ha sido bonito e incautos caen, creyendo en estos personajes que abundan como arroz picado en todo el universo taurino y hacen daño a la Fiesta como tal.
Hay los llamados "consagrados" taurinos, los elitescos, los que se vanaglorian ellos mismos, que hablan mucho cuando van a una corrida, todo lo ven mal, van a reuniones o tertulias taurinas, como buenos arroceros, a despotricar de medio mundo, a criticar lo bueno, lo malo y lo feo, a decir que ellos son los mejores y nada aportan a lo taurino y cuando por allá lo hacen es para su propio beneficio, y se dejan ver sí y sólo si se enteran que podrán disfrutar de un buen escocés o trago gratis.
Bueno, creo no terminaría nunca de categorizar a los taurinos pero en honor a la verdad, la dama que me hace la pregunta, dio en el clavo y de un solo porrazo ¿qué tan taurinos somos?
Indudablemente que vendrán infinidad de respuestas y una se convierte en pregunta, ¿realmente lo somos?
Necesariamente debemos enseñar lo taurino, debemos hablar con sinceridad de lo taurino, debemos fomentar la Fiesta Brava enseñándola, educando y orientando al aficionado, convirtiendo al espectador en aficionado y al aficionado en un gran aficionado, así asentamos, fomentamos con firmeza, coraje e integridad la Fiesta del Toro.
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